Como dice Polo Polo: hoy en la mañana, "cojo, me levanto bien temprano..." y bueno, me fui a comprar mi País con su País Semanal y de paso el número nuevo de La Mosca, pues mi comadre, mi gran comadre Elena Santibañez, ya me había avisado que le publicarían un texto en el que me menciona, y sobre todo, menciona aquel post del tipo odio-a-la-humanidad en el que un tal Doctor federico Aguerri, de Médica Sur, me dejó un mensaje que me ha servido de mucho. Bueno, aquí está el texto:
EN DEFENSA DE LA MISANTROPÍA
(Publicado en "La tela de Penélope" / revista La mosca en la pared / marzo 2007
Para Logan, otro de mi calaña
"Me parece que sufre usted de una enfermedad psíquica y es evidente un trastorno de la personalidad. Le recomiendo ponerse en manos de un terapéuta psicológicolo antes posible. Le deseo un buen año nuevo".
Dr. Federico Arregui / Médica Sur
¿Transtorno de la personalidad? Con ganas de que sonara dominguero yo le habría llamado conducta anómica, pero en buen español se llama misantropía. La nota que sirve de epígrafe a este texto se la dejaron a mi compadre Blumpi en su blog nomás porque escribió (no sin ciertas fantasías genocidas) que ojalá nadie regresara al DF después de las vacaciones de fin de año.
—¿Recuerda la primera vez que tuvo una conducta anti-social? —podría ser una de las preguntas del doctor Arregui para tratar de llegar a lo más hondo del traumatismo emocional, en su intento por sanar la lacerada psique y vencer a nuestro espíritu misántropo que, año tras año se impone sobre el navideño.
—¿Recuerda la última vez que socializó con alguien que le caga la madre o al menos le importa un carajo? —sería una pregunta posible para responderle al susodicho médico y tratar de llegar al fondo de las enfermedades conductuales. Si esta cuestión fuera aplicada a la ciudadanía en una encuesta que respetara el anonimato, sin duda las respuestas serían como éstas: "claro que lo recuerdo fue hoy en la mañana con mi esposa(o); ayer con mi novia(o); en la fiesta de la oficina con mi jefe(a) y mis compañeros(as) de trabajo; en la boda de primo(a); con mi nuera en la cena de Navidad; en la graduación de mi vecino(a)" y así.
Yo, por mi parte, hace muchos años no celebro en mesas con manteles largos las navidades y los fines de año, reuniones que me sacan ronchas como las bodas, los bautizos, las graduaciones, los XV años, los días del padre o la madre y toda clase de vaina del estilo. No socializo con mis semejantes en los ritos colectivos oficiales, tampoco cuelgo foquitos, banderitas o corazoncitos para estar en comunión con la época del año y compartir la festividad con mis congéneres. Lo único que puedo alegar en mi defensa es que trato de no amargarle la fiesta a nadie.
El comentario viene a cuento porque, hace unos días, uno de mis vecinos o vecinas del edificio donde vivo (la casera prefirió no revelar su identidad para evitar un mayor entuerto) se quejó de que mis risas "a deshoras" no lo(a) dejaban dormir. En realidad las risas no sólo son mías sino de mi roommate y mi hija quienes, como yo, tienen la mala costumbre de ser felices de repente.
Cuando recibí la queja, de inmediato me arrepentí de no haber puesto en diciembre, en la puerta de mi depto, la figura del Santa Claus apuñalado que tan feliz me hace, porque pensé era una agresión hacia mis civilizados vecinos; acto seguido traté de imaginar quién se había quejado de "mis escandalosas risas": ¿Los dueños del perro que ladra hasta cuando duerme, al que callan a gritos y hacen que uno prefiera los ladridos del perro que los del amo? ¿Los sudacas que cantan a todo pulmón (a güevo desafinado) "hasta siempre comandante" aleternándolo con José José y unos buenos churros de mota, cuyo olor no matiza el incienso hindú? ¿La vecina que fornica muy de vez en vez pero que, cuando lo hace, le pone tal enjundia, que la cabecera de la cama se estrella contra su pared como si fuera la mía? ¿Los madrugadores que lo primero que hacen al abrir el ojo, por ahí de las cinco de la mañana, es ponerse los bostonianos y caminar sobre la duela como si estuvieran representando El lago de los cisnes? ¿La pareja que se medio mata a mentadas de madre al menos cada fin de semana? ¿Los padres del niño que corre gritando o chillando por el interminable pasillo de nuestro bello condominio estructuralista? Es lo de menos.
Yo jamás habría ido a llenar el formulario de quejas de la administración del dificio, para "denunciar" algo de lo arriba mencionado porque, en mi antisocial carácter cabe el respeto a la individualidad y modo de vida del otro. Odio la Navidad, odio la mayoría de las festividades y odio a mis vecinos por ser capaces de celebrar el día de la amistad o el nacimiento de Jesús y no aceptar que alguien pueda platicar o reír cuando "debería" de estar durmiendo.Me pregunto si el Dr. Arregui consideraría "enfermedad psíquica" o "transtorno de la personalidad" el que una persona no tolere que alguien se ría en las madrugadas. Me pregunto también si a esa persona le resulta intolerable el horario de la risa o la risa en sí. Me pregunto por qué es socialmente bien visto y se considera políticamente correcto el que un gran número de personas lleven a cabo actividades de socialización que, en el fondo, no los hacen sentir felices ni satisfechos, y que unas viejas que se ríen a las tres de la mañana puedan ser lanzadas por ello del edificio donde viven.
Hay plumajes que cruzan el pantano decembrino y no se manchan… La próxima Navidad, viva donde viva, colgaré en la puerta la imagen de Santa Claus apuñalado y esperaré pacientemente a que me corran.
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El viernes algunos colaboradores de Replicante nos vimos con Roger Villarreal en El Covadonga. En otras ocasiones sólo le caemos un muy petit comité, pero esta vez se dejó caer la comitiva: gente que conozco, gente que no conozco, gente que me dio gusto ver, gente que no quería ver nunca más en mi vida, gente que no pensé ver ahí. Nuestro amigo Luis Rubén se sacó de onda con la masa y me preguntaba porqué había tanto güey allí. Luego, como suele hacer, se escabulló sin que nos diéramos cuenta. Me acordé justamente de lo que hizo mi comadre el 31 de diciembre: convocó a la banda en su depa, obviamente con motivo del fin de año, pero eso sí, me avisó desde antes: "igual y yo ni voy a estar". Jajajaja, perfecto. Luego Vero Maza me contó que, en efecto, Elena ni estuvo ese día allí. Eso es muy elegante.
El texto de Elena me gustó mucho porque amplía un poco lo que yo suelto en uno o dos madrazos -razón por la cual luego hay quien malinterpreta mis mensajes y tengo que explicarme un poco, lo que no me gusta-: se trata de un odio que nace de lo irritado que algunas cosas y algunas personas me hacen sentir. No es odio homicida, o quizá es odio homicida del que te hace agarrar el Playstation y jugar un título de pelea callejera o guerra, solo que yo no tengo Playstation o X-Box, lo que tengo es mi blog. No voy a salir a la calle como Eric Harris y Dylan Kiebold en Columbine, siempre hay maneras de sublimar estas cosas.
Lo mejor es tratar de hacer del odio una estética. No sé si yo lo esté haciendo, pero hay gente que lo hace -en la literatura, la música, los cñomics- a quien admiro. Por mi parte, he estado mascando cómo decir el peor comentario que ha cruzado mi mente y que sé que me va hacer perder aún más fans (voy a pasar de 3 a 1), pero que TENGO QUE SOLTAR. Algún día lo haré y, conociéndome, de la peor manera, sin matices, sin sutilezas.
A veces me pregunto porqué gente como mi comadre Penny está conmigo, porque no tiene mala entraña como yo. Es algo extraño, pero por otro lado, la gente que se parece a mí me cae mal, jajajaja. Comadre, tienes razón: las jirafas se juntan con las jirafas.
El MySpace de Elena está en este lado.
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