Luego de casi 10 años de no comprar La Jornada -para qué, ¿no?- un domingo decidí echarle un ojo al suplemento cultural de cada domingo. Si no es por eso no me habría enterado de que The Cure venía a México. Pensé que no iba a poder ir a verlos pero afortunadamente pude comprar boletos. De algo sirvió el Ocosingo Times.
Ayer fui al gig que fue tan fantástico como lo puede ser un concierto de The Cure. Esta vez fui con la Fer -la vez anterior no pudimos ir juntos. Mientras empezaba todo estábamos checando a la banda. Además de los infaltables Robert Smith wannabes, los darkies angel face de Pond's, los padres de familia acompañando a sus hijos y alguno que otro despistado (el de al lado decía: "yo de The Cure sólo conozco dos"), ubicamos a un grupo de rucos como de 40 años. Fer decía que seguro eran preparatorianos generación 83. Pero la verdad es que más tarde me identifiqué con ellos. Seguro se hicieron fans de The Cure hace muchos años y se sabían las canciones y se emocionaban por las canciones más densas -durante las que el público se sienta. Definitivamente estoy ruco/ruqueando. Ojalá no me pase el síndrome José Agustín, chavos de onda.
El chiste es que el concierto fue muy similar al último que dieron acá en el DF hace unos años (por eso preferí subir a Enfermedad Social la reseña que hice de aquel concierto para cierta revista). Fue una sesión maratónica de aproximadamente 3 horas, solo que esta vez no se alargaron tanto con los temas más oscuros, como sí pasó la otra vez. Una de las primeras canciones que tocaron fue "From the edge of the deep green sea", con la que yo me puedo dar por bien servido. El último bloque lo dedicaron a tocar temas de su etapa más proto-punk new wavera: "Jumping someone else's train", "Grinding halt", "Three imaginary boys", "Fire in Cairo, "Killing an arab" y "Boys don't cry". Y comprobé que la mejor canción en vivo de la banda sigue siendo "One hundred years": una ma-ra-vi-lla.
Creo que The Cure es ya más para aferrados, pero su público es fiel. Vi a gente llorando y no me pareció exagerado ni ridículo. Me gusta cantar las que no se sabe mucha gente pero también hay muchas que yo no me sé -la etapa de Wild mood swings no me gusta tanto y ese álbum ni siquiera lo compré porque me pareció demasiado empalagoso y optimista. Lo curioso es que las nuevas rolas -ya me había contado Vero Maza que estaban estrenando canciones- me gustaron mucho y las letras son muy... optimistas. Se nota que Robert Smith está feliz y le está apostando a la pista de baile. Y no me parece nada mal que así sea.
Los souvenirs oficiales de este año estaban del nabo, sólo los superaban los de la piratería, que a mí me dan mucha risa: posters barrocos con la imagen de Robert en la famosa foto de Boys don't cry, el logo de The Cure de 1984 y el nombre del tour de este año -4 Tour- pero en la tipografía de Wish. ¡Un retablo! O qué tal los caballitos de tequila. Son la mera neta, más ñero no se puede ser.
Al salir vimos un par de limos y de una alguien sacaba una mano. La Fer y yo quisimos creer que era la de Robert. ¿Quién sabe? Yo volteé a ver mi mano y la de Fer y las dos compartían un par de argollas.
Tuesday, October 23, 2007
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